Amor y
trabajo
Ha de
gustarme lo que hago, pues he hacerlo igualmente; y si a lo que hago le gusta
que sea mi mano la que de forma a su ser, doble ese día habré ganado.
Poner
la pasión y el corazón en las tareas hará estas mucho más llevaderas. Nunca
agradeceré suficiente el estar vivo trabajando con desgana y hastío: mejor será
que ame lo que hago y pertenezca al selecto grupo de quienes encontraron su
propósito.
Ese es
mi sitio y ello le ha hecho merecerme, es recíproco el sentimiento del
trabajador por su trabajo.
Haciéndolo
de buena gana, compartiendo la alegría de la jornada con aquellos a quienes a
diario vemos hacer a mismísima jugada.
Tomemos
cada día como se presenta a sí mismo, solucionando los acertijos, conviviendo
en armonía con un objetivo único y común: que el trabajo salga adelante, todos
volvamos a nuestras casas para poder volver al día siguiente con energías
renovadas.
Somos
lo que hacemos, cada tarea se lleva consigo una mínima parte del creador que la
llevó a cabo. Una tras otra, gota a gota, nunca nos agota, al poseer un poder
infinito que emana de nosotros en todas direcciones, le estamos dando forma.
Modelando nuestra fuerza que de otra manera se perdiera, o fuésemos nosotros a
los que nos fallara la motivación necesaria para levantarnos por la mañana si
ya anda dependiera de la voluntad de hacer bien las cosas.
Tras un
lago y duro día se nos esta permitido descansar, dormir plácidamente, pensar en
todo lo que ha pasado y lo que quizás traiga el mañana.
Al
madrugar, nos despedimos de la cama en pos de que a lo largo del día de
trabajo, de atender nuestro cometido, de una u otra manera vayamos paso a paso
acercándonos a nuestros deseos personales; no está reñido prestarnos atención a
nosotros mismos a la par de hacer lo necesario por derrotar a la pereza,
avanzar con ligereza las horas una vez más, entretenidos en nuestro obrar.
Jiang
Tseng
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